Ese día hasta nos maquillamos, cero actitud de tristeza o desanimo, nos fuimos bien bonitas a la radioterapia, llevamos desayuno, llegamos tempranito con nuestro té y desayuno bajo el brazo, nos atendieron rapidísimo, salimos casi a los cuarenta minutos de haber llegado, era una mañana bonita, decidimos caminar hasta la entrada del hospital y tomar un taxi hasta la casa, en el camino a la entrada hablábamos de la montaña, de la plaza techada que construiríamos cerca de la entrada bajo unos árboles bellísimos, en fin detallábamos todo, la luz del sol, los pajaritos, todo.
Lo del taxi fue rapidísimo también, entonces al llegar Héctor
(Alejandro) se asombró de la rapidez, hasta pensó que no nos habían atendido, él prepararía ese día un almuerzo especial, entonces cada una agarro su camino
para descansar mientras estaba lista la comida, era una situación poco común,
los niños en la escuela y la comida en camino, me fui a tratar de dormir un
rato para comer y salir a trabajar, no habían pasado veinte minutos cuando escuché
un ruido extraño, no había alcanzado a dormir nada, ella estaba vomitando, la
ayudamos, le buscamos la medicina de los vómitos (Ondansetrón) y le ofrecí un
poquito de té de malojillo, Héctor (Alejandro) salió primero del cuarto,
entonces ella me dijo “llama al médico"; al llegar a la cocina lo vi
llorando, había vivido diez años con él y lo había visto llorar muy pocas
veces, (pensábamos lo mismo, quizás el tumor estaba "actuando"), sin
embargo lo abrace y le dije ¡vamos!, éramos hermanos, la amábamos, yo entendía
que era normal que él se afectara mucho más en el camino, era su hijo, ellos habían
vivido solos y juntos mucho tiempo antes que llegara yo; ella grito desde el cuarto
“hijo gracias, pero no me provoca la chuleta, podrías hacerme una sopita",
entonces se limpió las lágrimas y le contesto, si mamá yo te la hago.
No teníamos mucho chance de quebrarnos en casa, no cerca de
ella ni de los niños, llorábamos lejos, fuera de casa, fuera del entorno, esta
experiencia nos estaba transformando a todos, él era un buen hijo, pero normalmente no era
tan afectuoso como en estos momentos, la abrazaba, le decía te quiero, aprendíamos
de la vida, de lo importante de vivir este trance con ella, contradictoriamente
agradecíamos la oportunidad de acompañarla aun en estas condiciones, solo puede
entenderlo quien lo vive, pero es un regalo consolar y aliviar las penas de
quien quieres, aunque sea duro verle pasar por el sufrimiento, agradeces la
oportunidad, entonces entendí, que exactamente eso era el amor, dar, soltar,
entregar, aun en lo desconocido, en contratiempo y con todo en contra.
No perdíamos la fe, cada uno a su manera, yo me acerque muchísimo
a Dios, aquí se consolido mi historia de amor con él, él había tocado mi corazón,
era mi soporte, mi único consuelo ante tanto dolor, mi refugio, habían muchos
desenlaces cerca, algunos para los que pensábamos estar más preparados que para
otros; en fin intentábamos tener el ánimo arriba todo el tiempo.
Ese día él no se fue a trabajar, yo tampoco salí, estábamos
pendientes de ella, la llamo Flory (Floryzeth), hablaban casi a diario en esta
etapa de la enfermedad, hablar con sus hijos lejanos (Héctor Enrique y
Floryzeth) la animaba, no sé qué conversaban pero siempre la animaban, yo
pensaba en lo bueno que había sido Dios dejándola viajar un año antes de todo
esto a reencontrarse con Flory y sus nietos después de casi quince años, ese
viaje fue muy bonito le cambio la vida, sin saberlo ese viaje fue muchas cosas
al mismo tiempo, el reencuentro con los suyos, y la preparación de Simón para
entender las ausencias largas de su abuela.
Y es que Simón dormía con su abuela, la esperaba despierto
hasta que ella llegaba, ella era muy importante y especial para él, ese era un
amor verdadero, de toda la vida y para toda la vida; recuerdo cuando estaba
embarazada lo especial que fue con esa barriga, yo tuve reposo absoluto los últimos
dos meses de embarazo, entonces ella se encargaba de todo lo de la casa y de mí,
me hacia las comidas, lavaba mi ropa y me consolaba cuando caía en angustia (ya
en este punto sabíamos que Simón vendría prematuro).
Se levantó un poco mejorcita y se tomó la sopa, nos vio la
cara de espantados que teníamos y dijo "A bueno que vaina es, ya me pare
a comer, me quitan las caras de vacas cagonas", esto era así, a veces le dábamos
ánimo y otras veces era ella quien nos animaba; paso el resto del día acostada
y nosotros pendiente, llamamos al doc nos dio orientaciones y pidió
que lo mantuviéramos al tanto.
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